Mientras escribo esta columna, el avión que lleva al Papa Francisco probablemente este aproximándose a Roma. Es lunes en los Estados Unidos, con todas las tareas de inicio de semana esperando por nosotros. El análisis del impacto de la visita del Papa continúa en los medios de comunicación y en las mentes de las personas que lo escucharon hablar o las que disfrutaron un encuentro personal. El Papa utilizó su influencia para hablar de varios de los importantes asuntos en la actualidad. Directamente, se tocaron los temas de la inmigración, el cambio climático, y la pena de muerte, sólo para nombrar algunos.

La influencia es algo que les atribuimos a las personas famosas. Las personas alcanzan estatus y algunos lo utilizan para influir en el pensamiento público y en la política para lograr algún objetivo. En el Antiguo Testamento, la reina Ester es abordada por Mardoqueo a través Hatac para utilizar su nueva influencia como Reina y así salvar al pueblo Judío de la masacre. Para acercarse al rey como Mardoqueo lo deseaba, puso su propia vida en riesgo. Sin embargo, eso fue lo que exactamente hizo Ester; utilizar su influencia para salvar a su pueblo.

¿Qué influencia tenemos para lograr cualquier cosa? A nadie le importa lo que pensamos a parte de esos encuestadores fastidiosos en el teléfono o esas encuestas interminables que se nos pide llenar. Pienso en la viuda cuyo donativo de dos blancas influencio en la ofrenda de Least Coin alrededor de todo el mundo. Pienso en el niño cuyo saco de pan y pescados inspira a mil millones de sermones.

¿Quién tiene influencia sobre usted? Hay una mujer en la tintorería a la que voy que siempre me pregunta sobre mi nieto. Esta el personal de la cafetería donde preparan mi café antes de que llegue al mostrador y les cuente que tipo de día voy a tener hoy. Esta el encargado del estacionamiento cuya sonrisa puede borrar cualquier problema de tráfico.

Usted no tiene que ser una celebridad para tener influencia. Todos influenciamos a las personas de nuestro entorno todos los días. Podemos dejar un rastro en las personas cuyo día mejora porque les levantamos un poco el ánimo. Incluso para las personas de fe, esto puede ser visto como una obra santa. Que empiece nuestro ministerio.

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