La Confesión de 1967 dice:

La iglesia se dispersa para servir a Dios en donde quiera que se encuentren sus miembros, en el trabajo o en el recreo, en privado o en la vida social. Sus oraciones y estudio de la Biblia forman parte del culto y reflexión teológica de la iglesia. Su testimonio es la actividad evangelizadora de la iglesia. Su acción diaria en el mundo representa a la iglesia en misión hacia el mundo. La calidad de sus relaciones con otras personas es la medida de la fidelidad de la iglesia. (Libro de Confesiones, 9.37, emfasis añadido)

Las personas utilizan los números para medir. Su médico quiere saber su presión arterial, su dentista quiere saber cuántas veces usa el hilo dental y su cónyuge quiere saber en qué temperatura está ajustado el termostato. En la iglesia, tenemos la tendencia a medir dos cosas: el número de miembros y la cantidad de dinero. En cierto sentido, estamos contando a cuántos hemos recibido en nuestra iglesia. Pero ¿qué pasaría si contamos con una medida diferente?

Hicimos esta pregunta a continuación en la encuesta anual de las congregaciones en el 2014: La Oficina de la Asamblea General hace estas preguntas para estimar como los no-miembros están siendo servidos o alcanzados por las congregaciones.

«Durante el 2014, ¿Cuál es su estimación de los servicios brindados por los miembros de su congregación a diferentes individuos  a través de actividades, programas y extensiones variadas de la congregación?»

En otras palabras, cual es la cantidad de personas impactadas por su congregación, más allá de la membresía. Con la respuesta del cuarenta por ciento de las congregaciones, el número fue de 3.462.288 o un promedio de 815 por cada congregación. Ahora, teniendo en cuenta que el tamaño promedio de la congregación presbiteriana es de 170 personas, esta es una medida bastante sorprendente. Si tuviéramos que multiplicar 815 por el número de las congregaciones de la IP(EE.UU.), esto sería igual a más de 8 millones de personas. Aproximadamente 1,7 millones de personas al servicio de 8 millones de personas.

No sé lo que los redactores de la Confesión de 1967 estaban pensando cuando escribieron la cita anterior. Pero creo que pensaron que nuestro verdadero tamaño no se mide por cuántas personas se sientan en nuestras bancas cada domingo, sino por el impacto que tiene en el mundo cada comunidad de adoración. Según esa medida, parece que estamos siendo abundantemente fieles.

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