Mientras crecía a principios de los años sesenta, recuerdo vivamente las visitas anuales hechas por un anciano, un diácono, e incluso a veces por un pastor. Llegaron con a la tarjeta de compromiso en la mano y hacían una presentación bíblica bastante convincente para que mis padres no solo hicieran el compromiso anual, ¡sino también para prometer la ofrenda del 10 por ciento de sus ingresos! La visita era seguida por el Banquete Anual de la Mayordomía, o como se llamó en un año, «El Banquete de la Generosidad». Terminaba con el Domingo de la Mayordomía cuando miembros de la iglesia se acercaban a la mesa de comunión a traer sus tarjetas de compromiso y colocarlas en las cestas designadas.

Esto quizás funcionó en ese entonces, pero ya no es una estrategia viable, dadas las condiciones cambiantes en nuestras congregaciones. Como presbiterianos/as, se nos ha enseñado que todo lo que somos, tenemos y utilizamos viene de Dios (Sant. 1:17). Como ancianos/as gobernantes, tenemos la responsabilidad y la oportunidad de ser la voz que enseña en cierta forma creativa con respecto a la misión y las finanzas (Libro de Orden, G-3.0201c). No deberíamos temer a buscar formas alternas de cubrir las necesidades financieras de la iglesia. Por ejemplo:

  1. Cambia de las tres semanas anuales a final de año de pedir dinero para pagar las facturas a un enfoque constante; dando a la gente oportunidades para examinar y reflexionar sobre sus propias razones para dar a la misión y al ministerio de Dios de manera regular.
  2. Involucre a la congregación. Los/as ancianos/as gobernantes pueden identificar los pilares fuertes de la iglesia. Pida a estas personas que compartan sus historias en cuanto a por qué dan y  cómo ello hace una diferencia en sus vidas.
  3. Antes de hablar sobre las necesidades de presupuesto, lleve a cabo una serie de estudios bíblicos intergeneracionales sobre vida simple, principios bíblicos sobre el dinero, avaricia y/o consumismo.
  4. De una porción generosa del presupuesto de la iglesia, de por lo menos 10 por ciento, a misiones y ministerios más allá de la congregación local.
  5. En lugar de mostrar informes simplemente ilustrando dólares y déficit, invite a otros/as ancianos/as y diáconos/isas para compartir cómo se usan los dólares para la misión dentro y fuera de la iglesia.
  6. Sirva a los demás. Conéctese a la comunidad alrededor de la congregación y encuentre la manera de atender las necesidades. Encuentre un proyecto de la comunidad o la misión donde los miembros pueden utilizar sus dones (albergue local; un programa de la escuela pública local que sirva a niños/as de bajos recursos o sin hogar, jóvenes y nuevos inmigrantes; un refugio para la mujer). Ayude a las generaciones más jóvenes a entender cómo su tiempo y  contribuciones financieras pueden mostrar el amor y la justicia de Jesucristo en nuestra iglesia y nuestras comunidades.
  7. Asegúrese de que la misión de la iglesia esté clara y conocida por todos/as los/as miembros. ¿Hay un llamado a la acción, un llamado a participar? Hacer un compromiso financiero siempre debe ser un llamado a seguir la visión y misión de la iglesia, así como un llamado a comprometer  tiempo, energía y recursos financieros.

¡Al final, la meta siempre debe ser participar en la misión de Dios dentro y fuera de las paredes de la iglesia en lugar de simplemente mantener el edificio!


Loyda P. Aja es una anciana gobernante y ex Secretaria Asociada Permanente de la Asamblea General de la IP(EE.UU.). Graduada del Seminario Teológico Presbiteriano de Louisville, vive actualmente en Santa Fe, Nuevo México con su compañero de vida, el Rvdo. Dr. Tony Aja, pastor de la Iglesia Presbiteriana Westminster. Ella sirve en la Comisión Judicial permanente  y participa en el coro de campanas. Loyda adora visitar a sus nietos y caminar a sus perros Lucero (Lucy) y Patrick.