Una presunción religiosa común es que la gente sólo recurre a la oración en momentos de dificultad y desesperación. Cuando era capellana de hospicio, me di cuenta que esa idea era errónea. A menudo, el dolor y el sufrimiento parecen sofocar la propia capacidad para conectarse con Dios en la oración. La oración puede parecer abrumadora e insuficiente cuando el trauma ha atravesado el alma. A menudo me llaman para ayudar a las personas en estos tiempos de desconexión espiritual.

Al rezar con otra persona, recuerde que nuestra oración no es un desempeño, sino una conexión.

Como capellana nueva, me intimidaban las peticiones de oración al lado de una cama de hospicio. Tenía miedo de que mis débiles intentos de oración no estarían a la altura de las circunstancias y honre apropiadamente ese momento que le cambia a uno la vida. A pesar de que crecí en una tradición no denominacional que apreciaba la oración ferviente y espontánea, mis experiencias en el seminario de la IP (EE.UU.) privilegió a un enfoque de oración más medido y planeado. La mayoría de oraciones que escuche en las convocaciones y en los servicios de adoración estaban muy bien preparadas; cuidadosamente escritas con anterioridad a la ocasión. Mis oraciones al lado del lecho no suenan tan bien elaboradas como las de mis profesores y compañeros. No podía recordar la estructura y los movimientos poéticos de las oraciones y liturgias que aprendí en mis cursos. Sólo sabía cómo solicitar la sabiduría y la gracia de Dios en estas situaciones desgarradoras. A medida que continuaba en mi papel de capellana, empecé a entender que mis oraciones no necesitaban ser bonitas. De hecho, me di cuenta de que era peligroso e hipócrita pensar en esos términos. Esas oraciones no eran acerca de mí en lo absoluto. Nuestras oraciones hablan sobre Dios y su trabajo en el mundo; el trabajo que a menudo ocurre a través de nuestra conexión con otras personas.

Prayer —Via Tsunji, Flickr, Creative Commons

Pero no fue hasta que tuve mi propia crisis de salud cuando comprendí el verdadero poder de estas oraciones al lado de un lecho, sin planificación. Mientras yacía en mi propia cama de hospital, no podía recoger mis propios pensamientos lo suficientemente como para orar por mí misma. Mis propios miedos y ansiedades me dejaron incapaz de articular mis propias oraciones hacia Dios. Mi alma tenia sed de él, pero había perdido la confianza en mi propia capacidad de alzar la voz. Y de pronto, una de las miembros de mi congregación vino a visitarme. Armada con aceite de unción, ella coloco su mano firme sobre mi cabeza, me ungió la cabeza y luego, oró por mí. No recuerdo las palabras que dijo, pero recuerdo que sus palabras abrieron un espacio sagrado para mí. Su oración me ayudó a darme las palabras para volver a conectarme con Dios de una manera íntima. Las oraciones silenciosas de aquellas personas en mi comunidad de fe eran esenciales para mi recuperación física. Sin embargo, la oración que decía mientras sostenía mi mano, provocó una recuperación espiritual.

Como anciana gobernante, nuestros votos de ordenación nos comprometen a orar los unos por los otros. El cambio relativamente reciente en los votos de ordenación pide explícitamente: " ¿Servirá y orará por el pueblo con energía, inteligencia, imaginación y amor? [ Libro de Orden, W-4.4003h] Esto es un llamado a la oración y también una invitación para pasar de un impersonal, pero sincero usted está en nuestras oraciones a una postura más activa como ¿Te gustaría que ore contigo ahora? Esto puede causar un poderoso cambio de cultura denominacional. Podemos mover nuestras oraciones colectivas en los servicios de adoración y las reuniones de iglesia a nuestros espacios íntimos. Nuestros hogares, salas de hospital, y líneas telefónicas se convierten en espacios sagrados cuando nos reunimos y oramos. Al orar el uno con el otro, recuerde que nuestra oración no es un desempeño, sino una conexión. Es una oportunidad de humildad, pero sobre todo de libertad para conectarse con Dios y entre sí con los hechos y el corazón.


Zeena Regis es una anciana gobernante y miembro de la Iglesia Presbiteriana Oakhurst en Decatur, Georgia. Graduada del Seminario Teológico de Columbia, actualmente sirve como capellana de hospicio en el Sistema de Salud como enfermera visitante en Atlanta. Ella vive en Atlanta, Georgia con su esposo Rahjahn y sus dos cachorros Bella y Chip.

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