Hay algo tan cautivador acerca de una persona pensativa de noventa años haciendo preguntas acerca de Dios. Estaba intrigada. 

Su nombre era Marion y por ser la esposa del nuevo pastor, me había invitado para tomar té y comer galletas. Mientras conversábamos, señaló una pila de libros bajo su mesa de centro, sobre todo libros de teología. Los pastores anteriores se los habían recomendado y ella los había leído todos

Busqué los títulos y sentí una mezcla de tristeza y frustración. Por interesante que fueran los libros, pude ver que no se referían a lo que Marion estaba buscando. Aunque ella tenía una mente ávida y estaba interesada en teología, lo que quería era algo aún más profundo. Ella quería una relación más cercana con Dios. 

Marion era fiel miembro de la iglesia y oraba por sí misma y otras personas regularmente. Pero lo que buscaba era una conexión viva con nuestro Dios: algo más, algo profundo. 

Compartí con ella una historia de la vida real del autor y sacerdote Anthony Bloom. En su libro, Beginning to Pray, habla de una anciana que vino a hablar con él poco después de su ordenación, buscando ayuda con su vida de oración. Ella le dijo que había estado diciendo sus oraciones fielmente durante años, pero nunca había sentido la presencia de Dios. 

Por lo tanto, le contesto que, si ella estaba hablando todo el tiempo a Dios, también sería bueno tratar de escuchar a Dios. Como ella era una tejedora, él sugirió que cada día pusiera su habitación en orden y luego tejiera durante quince minutos delante de Dios. Según ella, esto no sonaba muy piadoso. 

Pero ella lo intentó de todas maneras. Primero, ¡disfrutó de quince minutos sin culpa! Pero luego, al cabo de un rato, notó nuevamente la tranquilidad en su habitación y lo mucho que le encantaba. El reloj marcaba las horas. Sus agujas tocaban el sillón. El silencio comenzó a llenarla, y en el silencio pudo sentir una presencia; la presencia de Dios. 

Esta práctica sugerida por Anthony Bloom es ampliamente contemplativa. Es una introducción a la invitación de Dios a nuestras vidas e nuevas formas, cuando las formas tradicionales de orar ya no parecen significativas. 

Aquí hay una sugerencia. Siéntase en confianza de ajustarla, improvisarla o imaginarla a su gusto. 

Identifique una actividad que le gusta hacer solo/a, algo que no requiera demasiado esfuerzo mental o interrupciones (tejido, jardinería, trabajar la madera, escuchar música, etc.). Si usted no tiene suficiente tiempo, piense en los espacios que tiene para sí mismo/a que pueda utilizar para estar con Dios: caminar durante su almuerzo, esperar en el carro cuando recoge a su hijo/a. 

Haga eso durante quince minutos al día, digamos durante el próximo mes, invitando conscientemente a Dios a este espacio. Este no es un tiempo para preocuparse por lograr algo, sino simplemente estar delante de Dios, compartir este tiempo con Dios. Mantenga un corazón y mente abiertos y vea qué pasa. 

El gran consuelo es que Dios siempre nos está buscando. La relación de Marion con Dios comenzó a tener una nueva vida. Le compartí un pequeño libro sobre la oración titulado God and You escrito por William Barry, que significo mucho para ella. Y ella descubrió una relación natural, más cercana con Dios. 

Pienso en Marion con gran calidez en mi corazón. Sin darme cuenta, le dio esperanza a mi propia vida de oración. Porque todas pasamos por temporadas; períodos secos, deseos tibios, o tal vez nunca hemos encontrado lo que estábamos buscando. 

Pero si Marion pudo encontrar nueva vida en su relación con Dios a los noventa años, entonces, con la ayuda de Dios, también podemos.


La Reverenda Dra. Diana Nishita Cheifetz es directora espiritual, sirviendo a líderes laicos y clérigos en el área de la Bahía de San Francisco, en E.U.A., e internacionalmente. Su sitio web es www.spiritualdirectionforpastors.com.

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