Condenamos las violentas protestas de los supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, los días 11 y 12 de agosto, y denunciamos el racismo y el odio que prevalecen en los Estados Unidos.

  1. Confesamos que todas las personas son creadas a la imagen de Dios y tienen la dignidad de los seres humanos (Génesis 1:27). El color de la piel no determina el valor de una persona. La discriminación racial y étnica está reconstruyendo el muro del pecado que Jesucristo destruyó (Efesios 2:14). Es un rechazo intolerante hacia nuestros prójimos a quienes estamos llamados a amar como a nosotros mismos, y es una rebelión contra Dios que libera a los oprimidos (Levítico 19: 33-34).

  2. Reconocemos la dolorosa historia que esta relacionada al mal uso de la Iglesia y la Biblia como instrumentos de discriminación étnico-racial. A menudo, La Escritura fue mal citada y abusada para justificar la discriminación racial. Sin embargo, la Palabra de Dios claramente declara: «no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales» (Gálatas 3:28). Confesamos que la supremacía blanca es un feo pecado de idolatría, de sentarse en el trono de Dios (Isaías 2: 17-18). Por lo tanto, todas aquellas personas que tratan de pisotear a otros deben reconocer su arrogancia.

  3. Confesamos, como personas coreano-americanas, que es nuestro llamado luchar contra el mal de la discriminación étnico-racial y proclamar el amor de Dios hacia todas las personas. Como una minoría, nos comprometemos a no ser controlados por el mal del racismo. Nos comprometemos a no discriminar a nadie (Juan 2,1,9). Nos comprometemos a no luchar contra la violencia de los racistas con violencia (Romanos 12:21). Nos comprometemos a mostrar el mayor poder del amor, porque confesamos que el amor vence el odio.

  4. Frente a la triste realidad del racismo, aceptamos la seria responsabilidad de proteger a la próxima generación del odio que creen que está dirigido hacia ella. Estamos indignados de que nuestra descendencia, que debe estar creciendo en amor, libertad, paz y compañerismo, este siendo expuesta a la horrible realidad del odio, la aversión, la discriminación y la violencia.

  5. Al condenar la violencia y la discriminación de los supremacistas blancos, también confesamos nuestros pecados de racismo y discriminación étnica dentro de las iglesias y sociedades coreano-americanas en América. Confesamos nuestros pecados vergonzosos de maltratar a otros inmigrantes con nuestras palabras y acciones. Nos arrepentimos de nuestra apatía y egoísmo. Nos arrepentimos por estar en silencio hasta que nos discriminaron. Además, como pastores del rebaño de Cristo, nos arrepentimos de ser lentos para predicar y enseñar sobre los pecados del racismo y la discriminación étnica. Nos arrepentimos de haber descuidado el llamado público de la Iglesia de Cristo por Su paz y justicia (Mateo 5: 13-14).

Expresamos nuestras más profundas condolencias a las familias afligidas de las víctimas de esta violenta manifestación. Seguiremos proclamando y construyendo la verdadera paz de Jesucristo que de hecho ha llegado como Rey de la Paz. «Bienaventurados los pacificadores» (Mateo 5: 9).

 

Oramos y esperamos que la paz de Cristo rebose en los Estados Unidos y en la península coreana,

JOVENES PASTORES COREANO-AMERICANOS, Caucus Nacional de Iglesias Presbiterianas Coreanas


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