Es difícil replantear el ministerio. Implementar nuevas ideas y establecerlas es aún más difícil. Deberíamos estar muy conscientes de este hecho de fe a través de la participación en esta temporada de Cuaresma/Pascua. Jesús se encontró con las luchas de la cruz al tratar de reformar las prácticas del templo y la comunidad judía.

En un momento en que la Iglesia está llamada a replantear el ministerio, parece que en algunos lugares no estamos dispuestos a enfrentar los desafíos. Dije al comienzo de mi mandato como secretario permanente que «si una asamblea general designa tres grupos diferentes para arreglar la iglesia nacional, está claro que es necesaria una reforma». De manera consistente, insté a nuestro personal en la Oficina de la Asamblea General a cooperar con el proceso de cambio mientras se ora con esperanza para tener expectativas positivas dentro de la IP (EE. UU.). Estoy agradecido de que hayan respondido favorablemente a mi pedido.

Mi llamado a cooperar con la comisión Camino hacia Adelante, el comité de Revisión de Todas las Agencias y el comité de Visión 2020 es reconocer que se necesita un cambio transformador en cada nivel de nuestra denominación. En cada uno de mis llamados ministeriales durante los últimos treinta y dos años, el cambio contextual fue el núcleo de mi trabajo. En cada circunstancia, el aspecto más difícil de involucrar un cambio transformador fue de dejar ir el antiguo modelo. Afirmo que nuestro llamado a reformar la IP (EE. UU.) en este momento no es menos difícil ya que ahora estamos llamados a rediseñar nuestra iglesia nacional de manera significativa.

Creo que el problema más importante al que nos enfrentamos a nivel de la iglesia nacional en la actualidad es la creencia de que el modelo corporativo de liderazgo de la iglesia es el mejor modelo. Sin embargo, este modelo ha demostrado ser un impedimento para la transformación de nuestra denominación durante muchos años. Nos hemos enamorado del pensamiento de que la forma corporativa de implementar el ministerio proporciona una mayor seguridad financiera. Es interesante que sigamos este modelo mientras enfrentamos la pérdida de membresía, conflictos internos, problemas en los concilios medios y una serie de otros resultados negativos en los últimos treinta y cinco años desde la reunión. Solía escuchar «si haces lo mismo de la misma manera, obtendrás, por lo general, los mismos resultados». Bueno, si nuestros resultados denominacionales pueden servir como alguna medida, entonces hemos demostrado que esta afirmación es cierta.

Debemos volver a «ser» la iglesia que Jesús pretendía que fuéramos: una iglesia centrada en liberar a las personas atrapadas por los vientos de la desesperación, mientras que se daba esperanza a aquellas que necesitan escuchar una palabra del Señor. Si somos honestos, cada uno de nosotros/as ha experimentado esta necesidad en nuestras vidas. Esto requiere escuchar nuevamente las palabras de Dios mientras seguimos las Escrituras que nos llaman diariamente a hacer esta declaración: «Nadie muestra más amor que quien da la vida por sus amigos/as». (Juan 15:13). Este concepto se pierde en nuestra actual necesidad de depender en la solución del imperio para resolver los problemas de la iglesia nacional de la IP (EE. UU.).

Los comentarios que escucho en las bancas son preocupaciones sobre la pérdida de membresía, racismo, violencia armada, deseos de buen liderazgo pastoral, peleas de propiedad, inmigración, liderazgo eclesiástico envejecido, redesarrollo congregacional, atraer a una membresía más joven, conectarse con el trabajo centrado en la justicia y varias otras preocupaciones que están cerca de sus necesidades congregacionales y de fe.

En mi opinión, tenemos el desafío de responder a una nueva realidad contextual. En pocas palabras, el mundo no es el mismo. Las necesidades de las personas han cambiado. Las culturas generacionales son muy diferentes a las de mis años de crecimiento. El ministerio y las necesidades de la comunidad están continuamente en constante cambio. Utilizo las palabras «cambio transformador» porque el cambio sin transformación podría entenderse simplemente como «reorganizar las tumbonas del Titanic». El cambio transformador requiere una importante inversión espiritual. También requiere una desinversión del interés propio.

Oro para que se nos recuerde a todos/as que el mundo y todo lo que hay en él le pertenece a Dios. Estamos llamados/as a servir en la época presente. Y el cambio transformador requiere sumisión a la voluntad de Dios y no a la nuestra.


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