Existen innumerables citas, consejos y esloganes relacionados con escuchar y conocer la historia de otras personas. La que más está presente en mi cabeza es la cita de la novela Matar un ruiseñor de Harper Lee. En esta historia, el sabio abogado defensor y padre, Atticus Finch, ayuda a su hija Scout a navegar el nuevo año escolar. Atticus le dice a Scout «Uno no entiende a los demás hasta que no considera las cosas desde su punto de vista; hasta que no se mete bajo su piel y camina con ella por la vida». El padre de Scout estaba ayudándola a entender las historias de otras personas: un concepto que ella no entendía hasta mucho más adelante en el libro.

Piense por un momento sobre los/as ancianos/as con quienes sirve. ¿Qué sabe de ellos/as? ¿Qué sabe realmente de ellos/as: su historia, su sistema familiar, su testimonio de fe, sus ansiedades, sus aversiones, comidas favoritas, lo que les da alegría, su relato? Regresando a lo que Atticus le estaba diciendo a Scout, conocer a alguien es saber su historia — ver el mundo, la iglesia, el vecindario a través de SUS ojos. No interpretar lo que vemos, sino verdaderamente ver lo que ellos/as ven y por qué lo ven así. Somos excepcionalmente hábiles cuando se trata de nuestras propias opiniones, pero no practicamos el arte de poner al lado nuestros pensamientos, de liberar nuestro propio intento de fijar alguna conclusión al punto de vista de la otra persona.

La práctica cristiana de relatar historias trata de liberar y recordar. El/la narrador/a suelta la información almacenada en su memoria hacia la comunidad, en este caso, a otros miembros del consistorio. El/la oyente suelta la necesidad de fijar su propia conclusión u opinión y simplemente recibe. Hay varias maneras de practicar el relato de historias dentro de la comunidad de ancianos/as gobernantes. Hacerlo enriquece las relaciones y, por ende, al trabajo de gobernar y enseñar.

Considere participar en este ejercicio de relatar historias. Puede adaptarse para usarlo en otros momentos e historias de fe.

  1. Distribuya una hoja de papel y lápices de colores a cada persona del grupo. Luego, invite a todas las personas a considerar en silencio su vida y determinar el momento (o algún momento) en el que dejaron de ser infantes y sintieron que estaban dando el siguiente paso: salir de la infancia.
  2. Después de un tiempo para identificar esta memoria, pida los miembros del grupo que lo ilustren utilizando los lápices de colores y papel. Anime a aquellas personas que no sepan hacer manualidades y asegúreles que dibujar muñecos de palitos está bien. Es más, estaría bien si escriben.

- Escribir su memoria sobre papel ayuda al/a la narrador/a a compartir. Tener una historia visual y verbal también ayuda al/a la oyente. Al ilustrar una historia, el relato pasa de ser intimidante a algo divertido y comunitario. Dé unos minutos para que se lleve a cabo el ejercicio.

  1. Pídale al grupo que se siente en grupos pequeños de tres para compartir su "recuerdo".

- Al relatar historias, es importante crear un espacio seguro en la que las personas puedan compartir. Compartir en pequeños grupos ayuda crear esta seguridad, sobre todo al ser la primera vez.  Pueden suceder cosas maravillosas cuando el/la narrador/a y el/la oyente participan en este ejercicio. Se convierte en una «piel» compartida. En otras palabras, el/la oyente es verdaderamente invitado/a a ese momento muy personal de la vida del/de la narrador/a y algo santo sucede. El/la narrado/a es conocido/a. O al menos más conocido/a.

Habiendo liderado este ejercicio cientos de veces, tuve el honor de escuchar sobre la primera vez que un/a narrador/a manejó un tractor y ayudó con la cosecha, sobre los nuevos tacones que se compraron para el funeral de una tía querida, y la primera vez que otro/a narrador/a se rasuró. De pronto, las personas alrededor de la mesa son más que una lista de asistencia mental en una banca del santuario o de una reunión de consistorio. Ya son personas que antes fueron infantes. Quienes hicieron una transición significativa. Quienes compartieron ese momento significativo. Amistades de santa historia.


Gina Yeager-Buckley sirve como Asociada de Misión para la Formación Cristiana de Jóvenes/Trienio Presbiteriano de Jóvenes. Gina vive y trabaja en Louisville, Kentucky. Está casada con Andrew. Gina es educadora cristiana certificada, miembro del equipo de jóvenes voluntarios de su iglesia y una entusiasta defensora de los/as jóvenes en la iglesia. Gina busca alentar a las iglesias a dejarse moldear por la fe y la vida de los/as jóvenes en su comunidad.